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"¿Sí?" No contesté en voz alta, por temor a que el sonido de mi propia voz rompiera aquella hermosa ilusión.
Sonaba tan real, tan cercano. Sólo cuando desaprobaba mi conducta, como ahora, emergía del verdadero recuerdo de su voz, la textura aterciopelada y la entonación musical que la convertían en el más perfecto de los sonidos.
"No lo hagas", me suplicó.
"Querías que fuera humana", le recordé. "Bueno, pues mírame."
"Por favor. Hazlo por mí. Es la única forma de que estés con migo. Por favor" Era solamente un susurro en la intensa lluvia que me revolvía el pelo y me empapaba la ropa; estaba tan mojada como si aquél fuera ya el segundo salto del día.
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