26.3.10

Así estás

Todo es tan frágil, tan sensible. Todo se rompe de un momento a otro, se cae, se destruye. Nada detiene este gran movimiento, no tiene fin ni un inicio concreto, simplemente: sucede.
Arrasa con todo en su camino, deja grandes vacíos. Vacíos repletos de soledad. Soledad agonizante.
Ya no hay fuerzas, porque no hay motivación, y absolutamente nada funciona sin motivación. El miedo irrumpe tu cuerpo, recorre cada parte de tu ser; te sentís tan sólo e inofensivo, que te entregás a aquel escalofrío incontrolable. Nadie lo nota, porque nadie te nota. Ya no sentís esos ojos mirándote, porque ya no te miran; ahora miran a otro ser. Mejor, peor, no sabés, pero esa soledad, sigue ahí, y es tu única compañía. Perforadora, no te deja ser, no te deja vivir, no te deja nunca. Dispara: primero con un recuerdo lejano, luego con otro más actual; y lo hace, y lo repite; y vos... no querés, no podés seguir. Ya todo te da igual, ya a nadie le importas, porque ya hace tiempo dejaron de verte, de registrarte, esos ojos que antes eran amigos; que antes eran tanto para vos, que te sostenían a cada paso; ahora son extraños. No saben quién sos, ni para qué estás, ni qué te pasa... No saben nada de vos, porque vos tampoco lo sabes de ellos. Todo es ajeno, porque vos sos ajeno. Ajeno a todo y a todos. Ajeno a esos ojos que ya no te brindan nada... sólo una triste mirada por encima, con desprecio, con dejadez. Perdiste, sí, ya perdiste. Te rendís, porque ya nada te motiva... y absolutamente nada funciona sin motivación.

No hay comentarios: